El multiculturalismo

Don Closson


¿Qué es el multiculturalismo?

Hace unos años, el periódico interno de una importante universidad publicó un ensayo escrito por dos profesores titulado The Statement of the Black Faculty Caucus (La declaración del Caucus de Profesores Negros).{1} El propósito del ensayo era definir cómo la universidad podría convertirse en una institución verdaderamente multicultural. Hablaba de delegación de poder, autoridad, cultura occidental y transformación. El objetivo del Caucus de Profesores Negros era crear una masa crítica de "personas minoritarias" con delegación de poder en todos los niveles del sistema universitario. El ensayo sostenía que "los euroamericanos que enseñan las materias de las personas de color no pueden hacer que la universidad sea multicultural, porque el multiculturalismo exige personas de color con delegación de poder además de áreas de conocimiento con delegación de poder".{2} Al finalizar el ensayo, los autores escribieron: "De lo que estamos hablando aquí no es nada menos que transformar la universidad en un centro de aprendizaje multicultural; todo lo que sea menos que esto continúa un sistema de educación que termina por reproducir el racismo y a los racistas".{3}

La reconciliación racial debe ser una máxima prioridad para cada cristiano, de cualquier trasfondo racial o cultural. Pero, ¿acaso esta exigencia de un "centro de aprendizaje multicultural" producirá una sociedad menos prejuiciada? Los multiculturalistas insisten en una mayor sensibilidad hacia las minorías raciales y las mujeres en la sociedad, y una mayor inclusión de ellos. Los cristianos deberían apoyar ambas metas. Pero muchos que abogan por el multiculturalismo van más allá de estas exigencias de sensibilidad e inclusión; es aquí donde los cristianos deben tener cuidado.

Una de las dificultades de tomar en cuenta a los multiculturalistas es que definir una sociedad, un plan de estudios o una institución multiculturales parece estar determinado por la perspectiva propia. Un punto de vista que suele sostenerse es que ser multicultural involucra la tolerancia hacia las minorías raciales y étnicas, principalmente en lo que se refiere a la vestimenta, el idioma, la comida, las creencias religiosas y otras manifestaciones culturales. Sin embargo, un grupo influyente denominado NAME (National Association for Multicultural Education -- Asociación Nacional para la Educación Multicultural) incluye en su declaración de filosofía lo siguiente: "La xenofobia, la discriminación, el racismo, el clasismo, el sexismo y la homofobia son fenómenos de la sociedad que son inconsistentes con los principios de la democracia, y llevan al razonamiento contraproducente de que las diferencias son deficiencias".{4} NAME es una organización poderosa compuesta por educadores de todo el país, y tiene una influencia considerable en la forma en que las escuelas abordan el tema de la diversidad en la universidad. La pregunta fundamental que la gente de NAME tiene que contestar es: "¿Siempre es contraproducente razonar que algunas diferencias podrían ser deficiencias?". En otras palabras, ¿no es posible que algunas de las características de ciertos grupos culturales sean peligrosas o moralmente deficientes (por ejemplo, la cultura de la pedofilia)?

No es inusual que los que abogan por el multiculturalismo, como NAME, comiencen por suponer que la verdad está basada culturalmente. Se sostiene que el lenguaje de un grupo dicta qué ideas acerca de Dios, la naturaleza humana o la moral son permisibles. Mientras los estadounidenses podrían definir la realidad usando ideas de su legado griego, romano y judeocristiano, las culturas africanas y asiáticas ven el mundo de otra forma, basados en sus tradiciones. Los multiculturalistas concluyen que, dado que existen múltiples descripciones de la realidad, ninguna perspectiva puede ser verdadera en ningún sentido último. Además, dado que la verdad es una función del lenguaje, y todo lenguaje es creado por humanos, toda verdad es creada por humanos. Esta visión de la verdad y del lenguaje tiene un vocero en el Dr. Richard Rorty, un profesor de Humanidades de la Universidad de Virginia, que sostiene que la verdad que trasciende la cultura no está disponible, porque "donde no hay oraciones, no hay verdad, y las oraciones y sus respectivos lenguajes son creaciones humanas".{5}

Finalmente, si toda verdad es creada por humanos, todo es igualmente verdadero. Las ideas o instituciones culturales --como los sacrificios humanos o los sistemas de asistencia social-- son igualmente válidas si son útiles para un grupo de personas dado. En otras palabras, vivimos en un universo que es ciego a las elecciones morales. Somos los jueces finales de cómo viviremos.

Como cristianos, creemos que las ideas tienen consecuencias. Si bien nos cuidamos de promover un conjunto de reglas culturales por sobre otras simplemente porque nos sentimos cómodos con ellas, reconocemos que la Biblia nos revela el carácter y la naturaleza de Dios, la humanidad y nuestra necesidad de un salvador. Estas verdades pueden ser comunicadas transculturalmente de una forma sensible, independientemente del grupo o pueblo involucrado. Si no creyéramos que esto es verdadero en un sentido universal, entonces el cristianismo no puede ser verdadero de ninguna forma real. En otras palabras, a fin de ser lo que dice ser, el cristianismo debe trascender la cultura de una forma que muchos multiculturalistas sostienen que no puede ocurrir.

Idioma y sensibilidad

En años recientes, Estados Unidos ha estado atrayendo más de un millón de inmigrantes al año. Esto ha producido un país que es más diverso religiosamente, racialmente y lingüísticamente. Sin embargo, el conflicto surge de la pregunta de cómo las instituciones de nuestro país deberían responder a esta diversidad. Hasta hace poco, se sostenía que Estados Unidos era una sociedad que era un crisol; que, independientemente del origen de un inmigrante, luego de una o dos generaciones, su familia estaría asimilada a la cultura estadounidense. Los multiculturalistas han cuestionado tanto la realidad como la conveniencia de este punto de vista.

Los multiculturalistas rotulan a nuestra cultura como blanca, occidental, masculina, cristiana, de clase media y heterosexual. Declaran que nuestras escuelas han impuesto a los estudiantes un plan de estudios que promueve solo esa perspectiva. Los libros que leen ellos, las ideas que consideran, las normas morales y éticas que se les enseñan --explícita o implícitamente-- tienden a ser los de aquellos europeos blancos varones fallecidos. El problema, sostienen, es que esto deja de lado las contribuciones de muchas personas. La gente de color, las mujeres, los homosexuales y varias tradiciones religiosas son ignorados y, por lo tanto, silenciados. Como resultado, aducen, lo que se considera como conocimiento en la universidad es parcial. Su objetivo es corregir esta parcialidad.

Esta acusación de parcialidad no carece de fundamento. Si bien muchos piensan que la cultura occidental ha estado muy abierta a ideas externas, todas las mayorías --en cualquier sociedad-- tienden a buscar la dominación cultural.

La agenda multiculturalista resultante incluye tres demandas a la sociedad estadounidense. La primera es que los estadounidenses blancos se vuelvan más sensibles a las minorías. Esta exigencia ha producido lo que se conoce como "lenguaje políticamente correcto". Los códigos del habla que implementan la sensibilidad en las universidades han intentado proteger a grupos oprimidos de tener que soportar palabras e ideas que podrían marginarlos. En el centro de este tema están los sentimientos o la autoestima del individuo. Los multiculturalistas sostienen que, si se daña la autoestima de una persona, ésta no podrá aprender en la escuela.

Los cristianos deberían ser las personas más sensibles de la sociedad. Si denominar a las personas discapacitadas, negras o indias las hace sentir disminuidas en su importancia o, de alguna forma, menos humanas, nosotros, como cristianos, debemos sentir empatía y hacer cambios en nuestro uso del lenguaje. Esta sensibilidad debería surgir de un sentido de humildad bíblica, y no por motivos políticos o económicos.

Pero hay otra pregunta que todavía debe ser contestada. ¿Beneficiará realmente el uso obligado de ciertas palabras la autoestima y, por lo tanto, el aprendizaje de estudiantes minoritarios en las escuelas, como han sugerido algunos? El Dr. Paul Vitz, profesor de Psicología de New York University, sostiene que esta es una visión harto simplista de la naturaleza humana.{6} La autoestima misma no puede ser vinculada directamente con ningún comportamiento, sea positivo o negativo.

Hay quienes aducen que imponer un "lenguaje políticamente correcto" es un intento de redescribir nuestra sociedad de una forma que modifica la forma en que pensamos acerca de los temas. Si los conceptos de responsabilidad personal y familiar terminan siendo rotulados como "expresiones de odio" hacia quienes están recibiendo asistencia social, se está eliminando del diálogo, por la fuerza, toda una forma de considerar el tema.

Lamentablemente, el lenguaje puede ser usado también para legitimar un comportamiento que los cristianos consideran moralmente incorrecto. La homosexualidad ha sido considerado sucesivamente como un pecado, luego una enfermedad, un estilo de vida y ahora una preferencia u orientación sexual. Solo mediante la redescripción de esta actividad con nuevas palabras, se le da una connotación completamente diferente a lo que es la homosexualidad. Esto no ha ocurrido por accidente.

Hebreos 12:14 nos dice que busquemos la paz con todos. Al expresar verdad, nuestro lenguaje debería orientarse hacia la amabilidad y el respeto, por el bien del evangelio. Cuando creemos que toda persona merece que se le muestre respeto porque todos hemos sido creados a la imagen de Dios, nuestra actitud dará como resultado un lenguaje y un tono que es sensible y amable, no porque la corrección política lo exija, sino porque de un corazón de amor fluyen palabras de amor.

Inclusión y verdad

Una segunda exigencia que se está haciendo a nuestras escuelas y sociedad es en el área de la inclusividad. Los multiculturalistas aducen que las personas marginadas tienen que ser incorporadas al plan de estudios y al mercado de las ideas en la universidad. Ningún grupo debería sentirse jamás dejado de lado. Un ejemplo es el reciente conjunto de normas ofrecido por el Centro Nacional para la Historia en las Escuelas de la Universidad de California en Los Ángeles. Según lo que se ofreció originalmente, las normas aumentaban considerablemente la voz tanto de las minorías como de las mujeres al contar la historia de nuestra nación. Sin embargo, muchos dicen que denigraban o ignoraban las contribuciones de estadounidenses blancos a fin de ser inclusivos. De hecho, algunos se quejaron de que el retrato general de Estados Unidos producido por las normas era de un imperio opresivo de WASPs (WASP = White Anglo-Saxon Protestante = Blanco Anglosajón Protestante). Hasta el Senado de Estados Unidos denunció las normas propuestas con una votación de 99 contra 1. Un senador votó contra la resolución porque no era lo suficientemente fuerte.

Las normas declaran que Estados Unidos no es una nación basada en Occidente, sino el resultado de tres culturas. Estas culturas --americana nativa, americana-africana y europea-- no son consideradas como iguales moralmente. De hecho, la contribución europea fue de opresión, injusticia, prejuicio de género y violación del mundo natural. Albert Shanker, presidente de la Federación Estadounidense de Maestros, respondió a las normas diciendo que "ninguna otra nación en el mundo enseña una historia nacional que deja a sus niños sintiéndose negativamente hacia su propio país; éste sería el primero".{7}

De hecho, los libros de historia de EE.UU. se han estado moviendo hacia la inclusión por algún tiempo. A fin de resarcir el abandono de la mujer y las personas de color en los textos anteriores, algunos historiadores y editores han exagerado sus intentos por encontrar el equilibrio correcto. En un texto, "La Nación Americana", de los 13 líderes religiosos mencionados en breves biografías, solo dos son varones blancos no hispánicos, Brigham Young y Ralph Waldo Emerson.{8} A menudo, las mujeres y las minorías se inyectan en el texto de formas extrañas. En este libro, la senadora Margaret Chase Smith es mencionada por cuestionar al senador Joseph McCarthy. Si bien ella fue una de las primeras críticas de McCarthy, tuvo poco que ver con su ocaso político final. Otro ejemplo es el jefe nativo americano George Crum, señalado por hacer las primeras papas fritas en 1853.

La escritura de la historia es una tarea delicada, y probablemente sea imposible de lograr sin prejuicio. Pero, como cristianos, debemos preferir que la verdad --lo que realmente sucedió-- al menos sea el objetivo, antes que la propaganda política o racial, aun cuando esta meta nunca se logre perfectamente. Este concepto de la verdad exige que a los estudiantes se les enseñe la mayor cantidad de historia de EE.UU. que sea posible. Obviar la experiencia de los americanos nativos, los americanos-africanos o las mujeres sería un fracaso tremendo. Pero escribir toda nuestra historia desde su perspectiva es injusto también. Una respuesta a este problema es hacer que los estudiantes lean más documentos históricos primarios y dependan menos de los libros de texto de historia. Lamentablemente, los multiculturalistas consideran que todos los textos son principalmente políticos. Sostienen que solo prevalece un punto de vista: o la mayoría en uso del poder o la minoría oprimida. Esta creencia de que todo conocimiento es político da como resultado que las escuelas se convierten en campos de batalla donde representantes de cada grupo, desde los hispánicos a los activistas homosexuales, recorren el plan de estudios con una lupa, buscando la cantidad adecuada de inclusión o cualquier comentario peyorativo hecho sobre su grupo.

La tolerancia como cosmovisión

Muchos multiculturalistas insisten en que aceptemos el multiculturalismo en nuestras escuelas no solo en la forma de enseñar, sino en la forma de pensar. Los multiculturalistas tienen ideas específicas acerca del concepto de la verdad; por encima de todo está la creencia de que ninguna verdad trasciende la cultura, que ninguna idea o concepto moral pueden ser verdaderos para todo grupo cultural o cada ser humano. Como resultado, los multiculturalistas exigen que renunciemos a nuestras creencias en los absolutos morales y nos volvamos relativistas morales.

Este modelo de cosmovisión ha sido la prueba determinante para profesores universitarios en muchas universidades por bastante tiempo, especialmente en Humanidades. Evidentemente, en algunos programas ahora está siendo aplicado a estudiantes secundarios también. En 1992, St. Cloud State University, de Minnessota, hizo saber que si los estudiantes querían ser aceptados, los que deseaban ingresar al programa de trabajo social debían renunciar a nociones específicas de verdad moral. Si bien reconocían que muchos estudiantes vienen de trasfondos religiosos que no aceptan la homosexualidad como un estilo de vida legítimo, a estos mismos estudiantes se les exigía que fueran más allá de "odiar el pecado y amar al pecador". A los estudiantes que tenían actitudes negativas hacia los homosexuales varones y mujeres se les decía que fueran a otra parte para conseguir su especialización. En otras palabras, uno no debe, en el nivel del compromiso con la fe, encontrar ninguna aversión moral hacia la homosexualidad a fin de ser admitido a este programa. Esto elimina, de buenas a primeras, a la mayoría de nuestra población de la consideración.

Parte del problema con el multiculturalismo es que permite una amplia definición de los grupos culturales. Hay tanto una cultura homosexual como una cultura feminista en Estados Unidos. De hecho, cualquier grupo puede identificarse como un grupo cultural marginado. Las personas sin hogar se convierten en un grupo cultural, así como las madres solteras que reciben asistencia social. ¿Deberían sus puntos de vista recibir un tratamiento igualitario en nuestras escuelas? ¿Son sus valores morales tan válidos como todos los demás? El problema es que, para ser considerado sensible multiculturalmente, uno debe poder ponerse en la perspectiva del grupo oprimido completamente, en el nivel metafísico, y no solo simpatizar o aun empatizar con ellos. Esto significa que uno debe estar dispuesto a transigir creencias basadas en la fe acerca de Dios, la naturaleza humana y la realidad misma. Por ejemplo, si la comunidad homosexual, al ser un grupo minoritario oprimido, cree que ser homosexual es natural y tan normal, en todo sentido, como las relaciones heterosexuales, los cristianos deben dejar de lado lo que ellos creen que es la verdad revelada acerca de la pecaminosidad de la homosexualidad.

Los cristianos deben tener misericordia y compasión de los pobres y menos afortunados, pero no a costa de reconocer que algunos estilos de vida producen el empobrecimiento de las personas, independientemente de su raza o herencia cultural. Lo que se nos está pidiendo a los cristianos es que renunciemos a nuestra visión de un universo gobernado por un Dios moral que ha establecido un universo moral, y que lo reemplacemos por uno que es moralmente relativista. La tolerancia se convierte en el único absoluto. Ser exclusivo acerca de la verdad, o sostener que alguna acción podría ser moralmente incorrecta para todas las personas todo el tiempo, viola este nuevo absoluto de la tolerancia.

En última instancia, esta aplicación actual de la tolerancia es, en realidad, una búsqueda apenas disimulada de poder. La única forma en que ciertos grupos, como los activistas homosexuales o las feministas más radicales, pueden lograr el reconocimiento y la capacidad de difundir sus puntos de vista, es estableciendo la tolerancia como un absoluto. Con el tiempo, consiguen concesiones de acción afirmativa de universidades y escuelas públicas, que impone su punto de vista. Recientemente, el estado de Massachussets aprobó una legislación que reconoce las dificultades de los estudiantes homosexuales de la escuela primaria y secundaria, forzando a todos los maestros de escuelas públicas a ser considerados y sensibles ante su difícil situación. Este reconocimiento y reeducación de maestros legitima y aumenta más el poder del movimiento de derechos homosexuales.

Sin perder de vista nuestro llamado a extendernos y ministrar a personas atrapadas en estilos de vida y culturas que se oponen al conocimiento y a las normas de Dios, no podemos volvernos relativistas morales en el proceso.

Justicia y verdad

Si bien los multiculturalistas se refieren ocasionalmente a la justicia, no puede ser el fundamento de su movimiento. Esto se debe a la simple razón de que la justicia no es posible sin la verdad. A fin de decir que las acciones o palabras de una persona son injustas, uno debe asumir que existe realmente un orden moral, uno que sea verdadero para todas las culturas y en todos los tiempos. La injusticia implica que existe la justicia, la justicia implica que existen leyes morales, y las leyes morales implican que existe un legislador.

Un profesor universitario, al explicar su plan para una utopía ironista liberal, dice que un liberal es alguien que piensa que ser cruel es lo peor que uno puede hacer. Él sostiene que esta norma moral puede ser usada para crear una utopía en la tierra. Pero admite que, al ser un buen relativista moral, no puede dar ningún argumento no circular de por qué ser cruel es lo peor que uno puede hacer. Él está inventando una ley moral, pero reconociendo que su fundamento yace solo en su preferencia por esa ley.

Aun cuando aceptemos que su norma moral es útil, nos deja con muchas preguntas. La primera, ¿qué significa ser cruel? ¿Es cruel alentar a personas en su estilo de vida homosexual, dado el corto tiempo de vida de los homosexuales varones, aun sin el SIDA?{9} Si el dolor forma parte de nuestra definición de crueldad, ¿deberían ser prohibidas todas las operaciones porque, aunque exitosas, podrían producir dolor? ¿Cómo puede saber él que ser cruel es lo peor que uno puede hacer en un universo moralmente neutral? Sin verdad, sin conocimiento del bien y del mal, la justicia es imposible, como lo es cualquier noción de una vida buena. La palabra "cruel" pasa a ser una palabra vacía.

Al declarar que la tolerancia es un absoluto, los multiculturalistas son consistentes con su visión de la realidad. Consideran que todas las culturas humanas son moralmente iguales debido a su fe en una cosmovisión naturalista. Este punto de vista sostiene un universo sin Dios y reconoce al azar como la única causa posible de lo que existe. Si esto es cierto, la tolerancia absoluta es lo mejor que podemos esperar. Los cristianos buscan la sensibilidad y la inclusión por una razón mucho mejor.

Nosotros creemos que todo ser humano fue creado a la imagen de Dios y refleja la gloria y la majestad de Dios. Fuimos creados para tener dominio sobre la creación de Dios y como sus mayordomos. Por lo tanto, debemos cuidar de otros porque son, en última instancia, dignos de nuestro cuidado y preocupación. No debemos ser crueles a otros porque el Creador del universo hizo personas para tener comunión con Él, y Él cuida de ellos. Esto no deja de lado que las personas han caído y están en rebelión contra Dios. De hecho, si realmente nos interesamos por las personas, tomaremos muy en serio 2 Corintios 5:19, 20. Primero, que Dios ha hecho posible la reconciliación con Él a través de su Hijo Jesucristo y, como dice el texto: "... nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros".

La verdadera sensibilidad e inclusión no se lograrán haciendo de la tolerancia un absoluto. Ocurren cuando tomamos lo que cree la gente, y las consecuencias de esas creencias, en serio. Cuando usted lo piensa, ¿qué podría ser más cruel que no informar a las personas acerca del evangelio de la redención a través de Cristo, dejando que pasen la eternidad separadas del Dios Creador que las ama?

Notas

  1. Berman, Paul. Debating P.C.: The Controversy Over Political Correctness on College Campuses (NY: Dell Publishing, 1992), 249.
  2. Ibid., 253.
  3. Ibid., 257.
  4. Francis, Samuel, "The Other Face of Multiculturalism," Chronicles, April, 1998, p. 33.
  5. Richard Rorty, Contingency, Irony, and Solidarity (NY: Cambridge University Press, 1989), p 5.
  6. Guinness, Os & Seel, John, ed. No God But God. (Chicago: Moody Press, 1992), p. 96.
  7. Leo, John "History standards are bunk" U.S. News & World Report, February 6, 1995, 23.
  8. Ibid.
  9. Dr. Paul Cameron, Family Research (Newsletter of the Family Research Institute, Inc.), April-June 1991.

© 1998 Probe Ministries. Todos los derechos reservados.

Traducción: Alejandro Field


Acerca del autor

Don Closson recibió su B.S. en educación de Southern Illinois University, su M.S. en administración de la educación de Illinois State University, y su M.A. en estudios bíblicos de Dallas Theological Seminary. Trabajó como maestro y administrador de una escuela pública antes de unirse a Probe Ministries como investigador en el campo de la educación. Es el editor general de Kids, Classrooms, and Contemporary Education. Si usted tiene algún comentario o pregunta sobre este artículo, envíelo por favor a espanol@probe.org. Por favor indique a qué artículo se está refiriendo.

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