El taoísmo filosófico: Una evaluación desde el cristianismo

Michael Gleghorn


El taoísmo y el Tao

Tradicionalmente se considera que la filosofía del taoísmo se originó en China con un hombre llamado Lao-tzu. Si bien la mayoría de los estudiosos dudan de su existencia como figura histórica, la tradición afirma que vivió entre 604 y 517 A.C. Según cuenta la historia, Lao-tzu, “entristecido porque su pueblo tenía poca disposición para cultivar la bondad natural que él proclamaba”,{1} decidió dirigirse hacia el oeste y abandonar la civilización. En el momento de su partida, el guardián de la puerta le pidió que escribiera sus enseñanzas para el bien de la sociedad. Lao-tzu accedió, se aisló durante unos días, y volvió con una breve obra llamada Tao-Te Ching, “El Clásico del Camino y su Poder”.{2} Esta obra “contiene 81 capítulos cortos que describen el significado del Tao y la forma en que deberíamos vivir según el Tao”.{3} La palabra Tao generalmente se traduce como “camino”, pero también se puede interpretar como “senda”, “sendero” o “trayecto”.

El principal objetivo del taoísmo filosófico es “vivir intentando conservar el dinamismo de la vida, evitando derrocharla de maneras inútiles, agotadoras, representadas principalmente por la fricción y el conflicto”.{4} Esto se logra viviendo en armonía con el Tao, o Camino, en todas las cosas: el camino de la naturaleza, de la sociedad, y de nosotros mismos. Los filósofos taoístas tienen un concepto particular que caracteriza la acción en armonía con el Tao. Lo llaman wu-wei. Literalmente, esto significa ‘falta de acción’, pero en la práctica implica no tomar ninguna acción que sea contraria a la naturaleza. Así, “la acción en el modo de wu-wei es la acción donde la fricción en las relaciones interpersonales, en los conflictos interiores de la psiquis y con respecto a la naturaleza– se reduce al mínimo”.{5}

Pero si hemos de vivir en armonía con el Tao, primero debemos tener alguna idea de lo que es. Y esto presenta alguna dificultad, ya que Tao-Te Ching comienza diciendo que no hay palabras adecuadas para explicar el Tao: “El Tao . . . del que podemos hablar no es el Tao eterno”.{6} Pero si bien las palabras no pueden explicar plenamente el Tao, al menos lo pueden sugerir. En el capítulo 25 leemos:

“Algo no diferenciado, y sin embargo completo,
Que existía antes del cielo y la tierra.
Silencioso e informe, no depende de nada y no cambia.

Opera por doquier y está libre del peligro.
Podría considerarse la madre del universo.
No conozco su nombre; lo llamo Tao”.{7}

Este pasaje dice mucho acerca del Tao. Por ejemplo, es anterior al universo físico.{8} Es independiente y no cambia. Opera en todas partes. Y aparentemente dio a luz el universo. Si esto fuera así, quizás podríamos pensar que el Tao es muy similar al Dios cristiano. Sin embargo, algunas de estas similitudes son más aparentes que reales, y existen además diferencias significativas.

Dios y el Tao

En el taoísmo filosófico, “Tao” es la palabra utilizada para señalar la realidad última. “Tao es esa realidad . . . que existía antes de todas las demás cosas y dio lugar a todas las demás cosas, incluyendo el Cielo y la Tierra, y todo lo que hay sobre o dentro de ellos”.{9} Inicialmente se podría pensar, entonces, que lo que representa el Tao para un taoísta es prácticamente igual a lo que representa Dios para el cristiano. ¿Pero es realmente así?

Después de Lao-tzu, el representante más importante del taoísmo filosófico fue un hombre llamado Chuang-tzu, que aparentemente vivió entre 399 y 295 A.C. Es el autor de un texto denominado Chuang Tzu. Si bien el pensamiento de estos dos hombres es sin duda diferente, también existen importantes similitudes. Una de ellas radica en la relación del Tao con el universo físico. Utilizando palabras que parecen hacer eco del  Tao-Te Ching, el Chuang Tzu declara: “Antes de comenzar a existir el cielo y la tierra, el Tao existía por sí mismo, desde todos los tiempos . . . Creó el cielo y la tierra”. {10}

La parte más importante de esta declaración es que el Tao creó el cielo y la tierra. ¿Cómo debemos entender esto? ¿Chuang-tzu considera que el Tao es el Creador en el mismo sentido en que los cristianos aplican esta palabra a Dios? Probablemente no. Al considerar estas cuestiones, un comentarista escribió: “Claramente ningún Dios personal . . . armoniza con la filosofía de Chuang Tzu”.{11} Concretamente, los taoístas ven al Tao más como un principio que como una persona. De hecho, algunos estudiosos hablan del Tao como “una fuerza impersonal de existencia que está más allá de la diferenciación”.{12} ¿Cómo se compara, entonces, el concepto del Tao con la perspectiva cristiana de Dios en la Biblia?

Tanto al Tao como a Dios se les atribuye haber creado el cielo y la tierra. Esta similitud puede ofrecer un punto inicial de contacto entre cristianos y taoístas, una forma de entablar un diálogo significativo sobre la naturaleza de la realidad última. Como cristianos, siempre debemos reconocer cualquier terreno en común que podamos compartir con personas con perspectivas religiosas diferentes. En Hechos 17 Pablo hace precisamente eso cuando habla en el Areópago, en Atenas. En el versículo 28 cita con aprobación a dos poetas paganos para ayudar a ilustrar un aspecto de la naturaleza de Dios.

Pero Pablo también hizo distinciones entre la doctrina cristiana de Dios y las creencias de los atenienses. Del mismo modo, nosotros también debemos percibir cómo difiere el Tao del concepto bíblico de Dios. La mayor diferencia es que el Tao es impersonal mientras que Dios es personal. El Tao es como una fuerza, principio o energía; el Dios cristiano es un ser personal. Es crucial comprender que la realidad última no puede ser personal e impersonal al mismo tiempo y en el mismo sentido. Consideremos las razones que existen para creer que la realidad última es personal.

La moral y el Tao

El taoísmo filosófico enseña que el Tao, o la realidad última, es impersonal. Si esto es así, ¿qué sucede entonces con la moralidad? ¿Una fuerza impersonal puede ser la fuente de valores morales objetivos aplicables para todos los hombres, en todo tiempo y lugar? ¿Una fuerza impersonal es capaz de distinguir entre el bien y el mal? ¿O son sólo los seres personales que pueden hacer ese tipo de distinción? ¿Qué pasa entonces con ese ineludible sentido de obligación que sentimos todos de hacer lo bueno y evitar lo malo? ¿Podemos estar moralmente obligados a obedecer una fuerza impersonal? ¿O acaso esa sensación constante de obligación moral que tenemos no parece presuponer la existencia de un Legislador Moral ante quien somos responsables moralmente?

Estas preguntas son importantes en la medida que cada uno de nosotros, si somos sinceros, reconoce que hay una distinción objetiva entre el bien y el mal moral. Las distinciones de este tipo no dependen en definitiva de nuestras preferencias o sentimientos; son esenciales para la naturaleza misma de la realidad. Pero el Tao no es capaz de hacer este tipo de distinciones, ni de servir de fuente de estos valores morales objetivos. Sólo un agente personal puede cumplir estas funciones. “La forma última del Tao está más allá de las distinciones morales”.{13}

La doctrina del relativismo moral se enseña explícitamente en los escritos de Chuang-tzu. Escribe: “A su manera todas las cosas son buenas . . . la generosidad, la rareza, el engaño y la anormalidad. El Tao los identifica a todos como uno”.{14} Esta aseveración ayuda a aclarar por qué la noción de un Dios personal no es consistente con la filosofía taoísta. Las personas establecen distinciones morales entre lo correcto y lo incorrecto, el bien y el mal. Pero, según Chuang-tzu, el Tao impersonal los identifica a todos como uno.

Esto tiene serias implicancias para los taoístas filosóficos. Si la meta del sabio taoísta es vivir en armonía con el Tao, ¿no debería abandonar las distinciones morales? Si el Tao no hace distinciones de esta índole, ¿por qué habrían de hacerlo sus seguidores? Lo cierto es que Chuang-tzu menosprecia a los que aceptan estas distinciones declarando que ‘deben ser estúpidos o estar errados’”.{15}

El cristianismo bíblico, en cambio, enseña que existe tal cosa como los valores morales objetivos. La fuente de estos valores es el Dios eterno, santo y trascendente de la Biblia. A diferencia del Tao, el Dios cristiano no está más allá de las distinciones morales. Muy por lo contrario, Juan nos dice: “Dios es luz y en él no hay ninguna oscuridad” (1 Juan 1:5). Y Moisés lo describe así: “Dios es fiel; no practica la injusticia” (Deuteronomio 32:4). Y al tiempo que el taoísmo proclama un principio impersonal que no juzga a nadie, el apóstol Pablo describe a un Dios personal ante quien todos somos moralmente responsables y que un día juzgará al mundo con justicia (Hechos 17:31; Romanos 1:18-2:6). En pocas palabras, un Legislador Moral personal ofrece una mejor explicación de los valores morales objetivos que un principio impersonal.

Las personas y el Tao

Ya mencionamos que el taoísmo filosófico y el cristianismo bíblico difieren con respecto a la naturaleza de la realidad última. Los taoístas consideran que la realidad última (o sea, el Tao) es una fuerza impersonal que dio existencia al universo. Los cristianos consideran que la realidad última (o sea, Dios) es el Creador personal del universo. La ley de la no contradicción dice que es imposible que la realidad última sea a la vez personal e impersonal, en el mismo sentido. Por ende, si una de estas creencias es verdad, la otra indudablemente debe ser falsa.

Mi argumento es que si los valores morales objetivos son reales (y todos vivimos como si lo fueran), entonces es más razonable creer que la fuente de esos valores es personal, y no impersonal. Ahora quisiera continuar con esta línea de pensamiento argumentando que la existencia de las personas humanas se explica mejor apelando a un Creador personal y no a un principio impersonal como el Tao. Para ayudarnos a ver por qué esto es así, consideremos brevemente algunas de las diferencias entre un ser personal y un principio impersonal.

En primer lugar, los seres personales (como los hombres y las mujeres) poseen atributos como el intelecto, las emociones y la voluntad. En otras palabras, tienen la capacidad de pensar, sentir y seguir una acción que ha evaluado. Un principio impersonal no puede hacer ninguna de estas cosas. Además, un ser personal tiene la capacidad de establecer y mantener relaciones con otras personas. Pero, de nuevo, esto es algo que una fuerza impersonal sencillamente no puede hacer. Si una causa debe ser siempre más grande que el efecto que produce, entonces ¿tiene más sentido creer que la causa última de las personas humanas es personal o impersonal?

La Biblia dice que los hombres y las mujeres fueron creados a imagen y semejanza de Dios (Génesis 1:26, 27). Se describe a Dios como un ser que posee todos los atributos de un ser personal. Dios piensa, sabe y comprende (Salmos 139). Experimenta emociones como la tristeza (Génesis 6:6) y la alegría (Mateo 25:21; Juan 15:11). La Biblia nos dice que “hace todas las cosas conforme al designio de su voluntad” (Efesios 1:11). Finalmente, puede establecer y mantener relaciones con otras personas (Jeremías 1:5; Gálatas 1:15). De hecho, esto era así aun antes que Dios creara nada, pues desde la eternidad las tres distintas personas de la Deidad Padre, Hijo, y Espíritu Santo– han disfrutado de una íntima relación y comunión mutua (Juan 14 al 17).

Es sumamente importante comprender que el Tao impersonal no posee ninguno de estos atributos personales. Pero si lo personal es superior a lo impersonal, entonces parece más razonable creer que la causa última de las personas humanas también debe ser personal. Así, entonces, el Dios personal de la Biblia ofrece una mejor explicación de la existencia de las personas humanas que el Tao impersonal.

El evangelismo y el Tao

Señalé anteriormente que una de las diferencias fundamentales entre el taoísmo filosófico y el cristianismo bíblico es la naturaleza de la realidad última. Los taoístas sostienen que el Tao es impersonal; los cristianos sostienen que Dios es personal. Argumenté que es más razonable creer que tanto los valores morales como las personas humanas provienen de una fuente que en definitiva es personal y no impersonal. Quisiera concluir presentando una línea de razonamiento más para apoyar esta postura.{16}

Al final del capítulo 67 del Tao Te Ching leemos lo siguiente: “Cuando el Cielo ha de salvar a una persona, el Cielo lo protegerá con un profundo amor”.{17} ¿Cuál es el significado de una afirmación de este tipo? Si bien se puede argumentar que simplemente es una forma de decir, es interesante que el autor aparentemente haya sentido la necesidad de dotar de atributos personales a un Cielo supuestamente impersonal.

Por ejemplo la frase “Cuando el Cielo ha de salvar a una persona” parece implicar una acción meditada de parte del Cielo. Pero sólo las personas pueden tomar acciones meditadas; una fuerza impersonal no lo puede hacer. Además, la segunda mitad de la frase habla de que el Cielo protege a la persona con un “profundo amor”. Pero una fuerza impersonal es incapaz de amar. Este amor, una vez más, parece requerir un agente personal.

Otra declaración interesante del Tao Te Ching aparece al final del capítulo 62:

“¿Por qué los antiguos veneraban tanto a este DAO? ¿No es porque se dice de él: ‘Quien pida recibirá; quien peque será perdonado’? He aquí la razón por la que el DAO es lo más exquisito de la tierra”.{18}

Este pasaje también dota de atributos personales al Tao impersonal. Específicamente, dice que el Tao perdona a los pecadores. Esto nos enfrenta a dos dificultades. En primer lugar, “el perdonar2 implica que hay una norma moral que se quebrantó. ¡Pero el Tao está más allá de estas distinciones morales! {19} En segundo lugar, sólo las personas pueden perdonar. Una fuerza impersonal no es capaz de hacerlo.

Son las declaraciones de este tipo que pueden servir de oportunidad para que los cristianos describan a sus amistades taoístas el inmenso amor y perdón de Dios revelado en la Biblia. Jesús habló del profundo amor de Dios cuando dijo: “Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su hijo unigénito para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16). Y el apóstol Juan habló de la constante voluntad de Dios de perdonar a sus hijos cuando escribió: “Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad” (1 Juan 1:9). Puesto que solamente las personas son capaces de amar y perdonar, parece razonable creer que el Dios personal de la Biblia, y no el Tao impersonal del taoísmo, es la fuente última de tan preciosos dones.

Traducción: Elizabeth Birks

Notas

  1. Huston Smith, The World's Religions (San Francisco: Harper Collins, 1991), 197.
  2. Ídem.
  3. Kenneth Boa, Cults, World Religions and the Occult (Wheaton, IL: Victor Books, 1990), 57.
  4. Smith, 200.
  5. Ídem.
  6. Tao-Te Ching, traducción de Wing-Tsit Chan, A Source Book in Chinese Philosophy (New Jersey: Princeton University Press, 1963), 139.
  7. Ídem., 152.
  8. Sin embargo, en el capítulo 7 de la traducción de Chan leemos: “El Cielo es eterno y la tierra imperecedera”. Hay algunas aparentes incoherencias en Tao Te Ching.
  9. Robert Henricks, Confucius, the Tao, the Ancestors, and the Buddha: The Religions of China, in Great World Religions: Beliefs, Practices and Histories, Part IV (n.p.: The Teaching Company Limited Partnership, 1998), 14.
  10. Chuang Tzu, trans. Wing-Tsit Chan, A Source Book in Chinese Philosophy, 194.
  11. Ídem., 181.
  12. Dean C. Halverson y Kent Kedl, "Taoism," in The Compact Guide to World, ed. Dean C. Halverson (Minneapolis, MN: Bethany House Publishers, 1996), 224.
  13. Ídem.
  14. Chuang Tzu, trans. Wing-Tsit Chan, A Source Book in Chinese Philosophy, 184.
  15. Ídem., 206.
  16. En esta sección me basé en gran medida en las observaciones y opiniones de Halverson y Kedl en The Compact Guide to World Religions, 227-230.
  17. Tao-Te Ching, traducción de Wing-Tsit Chan, A Source Book in Chinese Philosophy, 171.
  18. Richard Wilhelm (traducción al alemán). Tao Te Ching. H.G. Oswald (traducción al inglés) (New York: Penguin Books, 1990), 55, citado en Halverson, ed., The Compact Guide to World Religions, 229.
  19. Halverson, ed., The Compact Guide to World Religions, 229.

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Traducción: Elizabeth Birks


Acerca del autor

Michael Gleghorn es un asociado en investigación de Probe Ministries. Obtuvo su B.A. en Psicología de Baylor University y un Th.M en Teología Sistemática de Dallas Theological Seminary. Antes de incorporarse al personal de Probe, enseñó Historia y Teología en Christway Academy, en Duncanville, Texas. Además de su trabajo en Probe, está involucrado en el ministerio a estudiantes internacionales de University of Texas, en Dallas. Michael y su hermosa esposa, Hannah, viven en Frisco, Texas. Si usted tiene algún comentario o pregunta sobre este artículo, envíelo por favor a espanol@probe.org. Por favor indique a qué artículo se está refiriendo.

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